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La versión revisada de la página web de los CDC sobre el autismo y las vacunas no está basada en evidencia científica


This article is available in both English and Español

Bajo la dirección de Robert F. Kennedy Jr., quien ha luchado contra las vacunas por mucho tiempo y ahora es secretario de Salud y Servicios Humanos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades modificaron su página web para indicar que su declaración anterior de que “las vacunas no causan autismo”, “no es una afirmación basada en evidencia”. Pero la versión revisada de la página web es la que induce a error sobre las vacunas.

El 19 de noviembre, los CDC reemplazaron su página web sobre autismo y vacunas con una nueva que se basa en la desacreditada idea de que las vacunas podrían causar autismo. Múltiples estudios rigurosos han repetidamente fracasado en su intento de identificar cualquier vínculo entre la vacunación y el autismo.

“La afirmación de que ‘las vacunas no causan autismo’ carece de fundamento científico, ya que los estudios no han descartado la posibilidad de que las vacunas infantiles causen autismo”, dice la página web. “Las autoridades sanitarias han ignorado los estudios que respaldan esta relación”.

Un destacado subtítulo que indica que “Las vacunas no causan autismo” sigue presente en la página web, pero ahora con un asterisco. Una nota al pie explica que la frase no se eliminó por un acuerdo con el senador republicano Bill Cassidy de Luisiana. Cassidy, médico y firme defensor de las vacunas, decidió respaldar la nominación de Kennedy como secretario de Salud y Servicios Humanos solo después de que Kennedy prometiera no retirar las declaraciones de los CDC que afirman que las vacunas no causan autismo, entre otras concesiones para proteger la vacunación. El voto de Cassidy en un comité del Senado era necesario para que la nominación de Kennedy pasara al pleno del Senado. 

La página web comienza señalando el aumento en el número de vacunas administradas a bebés desde 1986 y menciona una correlación con la creciente prevalencia del autismo. Si bien reconoce que una correlación no implica causalidad, cita un estudio de 2014 realizado por un investigador vinculado a grupos antivacunas que afirmaba haber encontrado una correlación entre el aluminio presente en las vacunas y el autismo. Otras investigaciones más sólidas, que la página web revisada de los CDC malinterpreta, contradicen la idea de que el aluminio de las vacunas esté asociado con el autismo.

La página web continúa argumentando que “no existen estudios” que demuestren que siete vacunas administradas antes del año de edad no causen autismo. También alega que la sólida evidencia de que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR, por sus siglas en inglés) no causa autismo es débil, haciendo hincapié en que todos los estudios son epidemiológicos y retrospectivos, los cuales, a diferencia de los ensayos controlados aleatorizados, “no pueden probar la causalidad”.

Una vista de la página web antigua (arriba) y nueva (abajo) de los CDC sobre autismo y vacunas.

Como explicaremos, estos argumentos son engañosos.

“Esto es una locura absoluta y un cambio de reglas absurdo”, nos comentó por correo electrónico David S. Mandell, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y director del Centro de Salud Mental de Penn. “Como bien sabe cualquier científico, no se puede ‘probar’ la falta de asociación. Se realizan estudios relacionados una y otra vez hasta que la mayor parte de la evidencia demuestra que no existe ninguna asociación”.

Añadió: “La página de los CDC es el equivalente a decir ‘no han probado que los fantasmas no existen’ o, quizás más pertinente, ‘no han probado que conducir durante el embarazo no causa autismo, por lo que las mujeres embarazadas deberían dejar de conducir’”.

Como nos comentó el Dr. Paul Offit, pediatra y experto en vacunas del Hospital Infantil de Filadelfia, en una entrevista telefónica y como explicó en una publicación de Substack, los científicos nunca pueden probar una negación. De esta manera, afirmó, la página web se aprovecha de un tecnicismo del método científico, a pesar de que existe evidencia abrumadora que demuestra que no hay relación entre las vacunas y el autismo.

Enviamos un correo electrónico a los CDC solicitando más detalles sobre las afirmaciones de la página web acerca de las vacunas y el autismo, así como sobre los motivos de la revisión. El director de comunicaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), Andrew Nixon, respondió: “Esta es una actualización de sentido común que alinea el sitio web de los CDC con nuestro compromiso de transparencia y rigor científico”. Reiteró las afirmaciones de la página web y añadió que las actualizaciones forman parte de un “esfuerzo más amplio para garantizar que toda la información pública refleje la investigación científica en curso”.

En una publicación en X el 20 de noviembre, Cassidy abordó el cambio en el sitio web. “Lo que los padres necesitan saber ahora mismo es que las vacunas contra el sarampión, la poliomielitis, la hepatitis B y otras enfermedades infantiles son seguras y eficaces, y no causan autismo. Cualquier afirmación en sentido contrario es errónea, irresponsable y perjudica la salud de los estadounidenses”, escribió, haciendo referencia a varios brotes recientes de enfermedades prevenibles mediante vacunación. “Desviar la atención hacia factores que sabemos con certeza que NO causan autismo, les niega a las familias las respuestas que merecen”, añadió (el énfasis en negritas es suyo).

Según informes del Washington Post y STAT, antiguos líderes de los CDC y funcionarios actuales de la agencia han dicho que el personal de carrera no estuvo involucrado ni al tanto de la actualización de los CDC.

Argumento engañoso sobre las vacunas infantiles

La afirmación central de la nueva página web es que no se ha demostrado que siete vacunas infantiles (DTaP, hepatitis B, polio, neumococo, Hib, rotavirus e influenza) no causen autismo. Esto es engañoso, ya que la mayoría de estas vacunas se han estudiado de alguna forma previamente en relación con el autismo, aunque no necesariamente de forma separada.

“Esto es una inversión de la carga de la prueba. Así no funciona la ciencia”, nos dijo en un correo electrónico Anders Hviid, jefe del departamento de investigación epidemiológica del Statens Serum Institut de Dinamarca.

El científico señaló que las afirmaciones sobre las vacunas infantiles y el autismo se han centrado en la presencia de pequeñas cantidades de aluminio, que se añade para potenciar la respuesta inmunitaria. Los adyuvantes de aluminio están presentes en las vacunas que protegen contra la hepatitis B, Haemophilus influenzae tipo b (Hib), el neumococo (PCV) y la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTaP). Diversos estudios, incluidos los de Hviid, han puesto a prueba esta hipótesis y no han encontrado ninguna relación entre el aluminio presente en las vacunas y el autismo.

De hecho, como ya hemos explicado, se han investigado las posibles relaciones entre las vacunas infantiles y el autismo basándose en hipótesis específicas. En un principio, se afirmó que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola podría causar autismo. Posteriormente, la atención se centró en el timerosal, un conservante a base de mercurio, lo que dio lugar a estudios sobre vacunas como la de la hepatitis B, la Hib, la gripe y la difteria, el tétanos y la tos ferina. Más tarde, surgieron los adyuvantes de aluminio y la idea de que existían demasiadas vacunas.

Una y otra vez, los estudios no lograron identificar una asociación con el autismo. Esto incluye un estudio de 2013 que abarcó diversas vacunas administradas durante los dos primeros años de vida, buscando una relación entre el autismo y un número creciente de proteínas y azúcares presentes en las vacunas. Si bien no todas las vacunas se han probado individualmente, la evidencia en contra de cada una de estas hipótesis es abrumadoramente consistente.

“Desde 1998, investigadores independientes de siete países han llevado a cabo más de 40 estudios de alta calidad con la participación de más de 5,6 millones de personas. La conclusión es clara e inequívoca: no existe ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Quien repita este mito perjudicial está mal informado o intenta engañar intencionadamente a los padres”, declaró la Dra. Susan J. Kressly, presidenta de la Academia Estadounidense de Pediatría, en un comunicado en respuesta al cambio en el sitio web de los CDC.

Estudios refutan relación entre las vacunas MMR y el autismo

Los estudios han fracasado repetidamente en encontrar una relación entre las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR o triplevíricas) y el autismo. 

“Esta es la vacuna más estudiada”, dijo Mandell. “Ninguna otra posible causa ambiental del autismo ha sido estudiada tanto como esta vacuna específica”.

Toda esta atención a la vacuna MMR se debe a que fue objeto de afirmaciones iniciales sobre una posible relación entre el autismo y las vacunas, perpetuadas por un estudio fraudulento del investigador británico Andrew Wakefield que posteriormente fue retractado. Tras este trabajo, se realizaron estudios para evaluar si la supuesta conexión entre la vacuna y el autismo era real.

La nueva página web de los CDC afirma correctamente que las revisiones han encontrado “con un alto grado de evidencia que no existe asociación entre los trastornos del espectro autista” y la vacunación contra el sarampión, las paperas y la rubéola, pero especifica que esto se basa únicamente en “evidencia observacional” y no en ensayos aleatorios. 

Los estudios disponibles son observacionales por necesidad, ya que hace mucho tiempo que se demostró que las vacunas MMR son seguras y eficaces.

No se realizaría un ensayo aleatorizado que comparara la vacunación contra el sarampión, las paperas y la rubéola con la ausencia de vacunación, “porque no es ético negar la vacuna deliberadamente”, afirmó Mandell. “Por lo tanto, aplicamos métodos causales muy rigurosos a los datos observacionales. Tampoco realizamos ensayos aleatorizados con paracaídas por la misma razón”.

“Éticamente, no se puede negar las vacunas a los niños sabiendo que existen enfermedades que podrían causarles sufrimiento o la muerte”, dijo Offit.

La página web de los CDC también pone en duda la investigación existente por varias razones. Por ejemplo, desestima los datos daneses que no encuentran ninguna relación entre las vacunas MMR y el autismo, argumentando que los datos “podrían no ser fiables para la población estadounidense”. Sin embargo, Hviid, coautor del estudio danés de 2002 al que se hace referencia, así como de un  estudio de 2019 que tampoco encontró ninguna relación, nos comentó: “No veo por qué esto no se podría generalizar a Estados Unidos”.

Además, estudios realizados con niños en Estados Unidos y otros países del mundo tampoco han logrado corroborar una relación entre el autismo y la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola.

La evidencia contradice la relación entre el autismo y el aluminio

La nueva página web de los CDC intenta promover la idea de que el aluminio en las vacunas puede estar relacionado con el autismo, a pesar de las investigaciones que demuestran lo contrario.

El estudio de 2014 citado como prueba de esta relación analizó datos sobre casos de autismo a lo largo del tiempo en un grupo de niños derivados a servicios y los comparó con las tendencias en la cantidad de aluminio en las vacunas del calendario infantil de los CDC.

Este tipo de estudio, que se basa en comparar tendencias generales en lugar de analizar datos individuales, se denomina estudio ecológico. “Esta es la forma más débil de evidencia epidemiológica, y solo realizamos este tipo de estudios si no contamos con otras pruebas”, afirmó Mandell.

“En el mejor de los casos, dicha comparación podría generar hipótesis, y la mejor evidencia disponible no respalda esa hipótesis”, dijo Hviid.

Hviid coescribió un estudio publicado el 15 de julio que utilizó registros a nivel individual sobre la exposición al aluminio proveniente de vacunas y los resultados de salud en más de 1,2 millones de niños daneses, y no encontró ninguna asociación entre las vacunas y el autismo u otras afecciones.

“Nuestros resultados no respaldan una asociación” entre el autismo y el contenido de aluminio en las vacunas infantiles, reafirmó Hviid en un correo electrónico en respuesta a la nueva página web de los CDC. Añadió que la mejor evidencia disponible no respalda una relación entre el autismo y el aluminio en las vacunas.

En lugar de citar esto como la evidencia tranquilizadora que es, la página web de los CDC selecciona datos de solo dos de las 15 figuras y tablas complementarias del artículo para poner en duda sus conclusiones. Esto corresponde directamente con el uso indebido del estudio por parte de Kennedy, sobre el cual ya hemos escrito en detalle.

En una citada cifra complementaria del estudio, se muestra un mayor riesgo de un diagnóstico específico relacionado con el autismo durante solo una parte del período estudiado, basándose en un número reducido de casos de dicho diagnóstico. Los resultados principales del artículo, así como otras figuras que realizan comparaciones distintas, no hallaron tal relación.

La probabilidad de encontrar un resultado estadísticamente significativo por mera casualidad aumenta con el número de comparaciones realizadas. “Los análisis secundarios exploraron más de 540 comparaciones, por lo que es de esperar que algunas resulten estadísticamente significativas por mera casualidad”, escribió el editor jefe de la revista que publicó el estudio danés en una respuesta del 11 de agosto.

“No puedes simplemente revisar páginas y páginas y páginas de tablas y elegir una pequeña que te guste e ignorar todas las demás”, nos dijo en ese momento Jeffrey S. Morris, director de la división de bioestadística de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania.

Expertos también nos dijeron que una segunda cifra complementaria citada, además de haber sido seleccionada arbitrariamente, no debería haberse utilizado para intentar inferir si el aluminio en las vacunas causaba autismo, ya que violaba las reglas estadísticas sobre cómo comparar adecuadamente grupos de personas.

“Esto es una gigantesca expedición de pesca para ver si pueden encontrar algún lugar donde parezca haber incluso una leve correlación entre el aluminio y el autismo”, nos dijo Mandell en respuesta a las nuevas afirmaciones de la página web de los CDC.


Traducción de Google Translate editada por Catalina Jaramillo.

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