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Las falsedades que se repitieron en la conferencia de prensa sobre autismo


This article is available in both English and Español

En una conferencia de prensa de una hora de duración sobre el autismo, el presidente Donald Trump y el secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr. realizaron múltiples afirmaciones falsas y engañosas sobre el autismo y las vacunas, muchas de las cuales ya hemos verificado anteriormente.

“Fue una tergiversación tras otra tergiversación”, dijo a CNN el Dr. Paul Offit, pediatra y experto en vacunas del Hospital Infantil de Filadelfia, sobre la conferencia de prensa del 22 de septiembre. “Fue un chorro, de manguera de incendios, de tergiversaciones”.

En una declaración, la Academia Estadounidense de Pediatría dijo que el evento estuvo “lleno de afirmaciones peligrosas e información engañosa que envía un mensaje confuso a los padres y futuros padres y perjudica a las personas autistas”.

En otro artículo, analizamos en profundidad las principales noticias del presidente (sus afirmaciones que vinculan el autismo y el uso de Tylenol por parte de mujeres embarazadas), pero aquí analizamos otras afirmaciones erróneas que detectamos:

  • Trump exageró estimaciones antiguas de prevalencia del autismo y las comparó engañosamente con cifras recientes. Los investigadores afirman que una mayor concienciación y una definición más amplia del autismo explican en gran medida la mayor tasa observada actualmente.
  • Kennedy citó investigaciones de manera selectiva y engañosa, al tiempo que desestimó como una “falacia” la idea de que las tasas más altas de autismo reportadas podrían deberse en gran medida a criterios de diagnóstico cambiantes y a un mejor reconocimiento de la condición.
  • Kennedy también afirmó erróneamente que el “autismo en toda regla” sólo existe en personas menores de 50 años.
  • Kennedy afirmó que “la investigación sobre el vínculo potencial entre el autismo y las vacunas ha sido activamente suprimida en el pasado”, a pesar de una gran cantidad de investigaciones rigurosas que han refutado esa relación.
  • El presidente dijo erróneamente que los Amish “no se vacunan” y “esencialmente no tienen autismo”.
  • Trump afirmó falsamente que no hay razón para administrar la vacuna contra la hepatitis B a un recién nacido, ya que el virus se transmite sexualmente. Sin embargo, las madres y otros cuidadores pueden transmitir el virus a los bebés, transmitido por la sangre, al nacer o al compartir alimentos o cepillos de dientes.
  • Trump sugirió erróneamente que las pequeñas cantidades de mercurio o aluminio en las vacunas son dañinas. No hay evidencia de que estos ingredientes representen un problema.
  • El presidente afirmó erróneamente que los médicos “inyectan” a los bebés con “80 vacunas diferentes” y “demasiado líquido” en una sola visita. Los niños no reciben tantas vacunas a la vez.
  • Trump instó repetidamente a los padres a “separar” la vacuna MMR, o triple vírica, y a vacunar a sus hijos con las dosis individuales, afirmando falsamente que era más seguro. No solo no hay pruebas que lo respalden, sino que las dosis individuales no están disponibles para su uso en EE. UU.

Comparación engañosa de las tasas de autismo

Trump ofreció una comparación engañosa y exagerada de las tasas de prevalencia del autismo, afirmando que el “aumento meteórico” pasó de 1 en 20.000 a 1 en 31. Las tasas de prevalencia reportadas han aumentado significativamente con el tiempo, pero los investigadores afirman que esto se debe a un aumento en los chequeos y la concientización, criterios de diagnóstico más amplios y definiciones más limitadas de la condición en estudios anteriores, como ya hemos escrito. Puede que haya un verdadero aumento del autismo, pero no al grado que Trump, Kennedy y otros han afirmado.

“Antes era 1 entre 20.000, luego 1 entre 10.000. Y diría que eso fue hace probablemente 18 años. Y ahora es 1 entre 31”, dijo Trump.

La estimación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) no se acercaba ni de lejos a lo que Trump afirmó “hace probablemente 18 años”. En el año 2000, los CDC estimaron que aproximadamente 1 de cada 150 niños en Estados Unidos tenía autismo. Hace varias décadas, en las décadas de 1960 y 1970, estudios iniciales que utilizaban definiciones más limitadas del autismo estimaban tasas de entre 1 y 5 por cada 10.000 niños.

Trump comparó engañosamente la estimación anterior con la tasa más reciente de los CDC de 1 por 31, basada en datos de niños de 8 años de 16 centros de estudio. La Casa Blanca elaboró un gráfico con las estimaciones de los CDC a lo largo del tiempo, indicando que las tasas de autismo habían aumentado más del 400 % desde el año 2000, una cifra que Trump también citó. Sin embargo, el último informe de los CDC indicó que dichas comparaciones se complican debido a los cambios en los centros estudiados a lo largo de los años, y que las estimaciones no son representativas de todo el país.

Trump también mencionó una tasa para niños de 8 años en California. “Y ayer di cifras para los niños hombres, es de 1 de cada 12. Me dijeron que eso ocurre en California, donde, por alguna razón, tienen un problema más grave”. Sin embargo, las variaciones en las tasas entre los centros de estudio probablemente reflejan diferencias en la detección y los servicios para el autismo, según los expertos. “Las investigaciones no han demostrado que vivir en ciertas comunidades aumente el riesgo de que los niños desarrollen ASD”, indicó el informe de los CDC, refiriéndose al trastorno del espectro autista (TEA o ASD, por sus siglas en inglés). 

Kennedy cita selectivamente investigaciones sobre el aumento del autismo

Calificando al autismo como “una epidemia”, Kennedy desestimó como una “falacia” la idea de que las mayores tasas de autismo notificadas puedan deberse en gran medida a cambios en los criterios de diagnósticos y a un mejor reconocimiento.

“Se han realizado numerosos estudios al respecto que lo desmienten por completo”, dijo Kennedy. “Uno de ellos es del Instituto MIND de UC Davis, Universidad de California. Pero también es cuestión de sentido común”.

Pero Kennedy está citando la investigación de manera selectiva y engañosa.

Como escribimos en abril, un informe de 2002 elaborado por investigadores del Instituto MIND de la Universidad de California en Davis encontró que “no hay evidencia” de que la ampliación de los criterios de diagnóstico contribuyera al aumento de la tasa de autismo en California y concluyó que “parte, si no la totalidad, del aumento observado representa un aumento real”. En aquel momento, el informe se presentó como concluyente en la prensa popular. Sin  embargo, el informe no fue revisado por pares y ha sido criticado por otros científicos por tener conclusiones “injustificadas”. 

Anteriormente, Kennedy también citó un estudio de 2009 realizado por Irva Hertz-Picciotto, científica de la Universidad de California en Davis, especializada en la identificación de posibles causas ambientales del autismo, que concluyó que aproximadamente un tercio del aumento del autismo reportado en California se debía a cambios en los criterios de diagnóstico, incluyendo una edad más temprana al momento del diagnóstico y la inclusión de casos más leves. Sin embargo, el estudio también señaló que no había incluido otros posibles factores contribuyentes, como una mayor concienciación y el deseo de acceder a servicios para el autismo.

Algunos otros estudios han intentado cuantificar el impacto de ciertos cambios, y generalmente han descubierto que entre un cuarto y un tercio del aumento en la prevalencia del autismo es atribuible a un solo factor, como la sustitución del diagnóstico o un cambio en los criterios de los diagnósticos. Sin embargo, ningún estudio ha intentado explicar todos los factores.

Craig Newschaffer, profesor de salud bioconductual en la Universidad Estatal de Pensilvania, nos dijo anteriormente que “hay un gran cuerpo de evidencia descriptiva informal que enfatiza continuamente el papel de la tendencia diagnóstica como un impulsor importante de las tendencias de prevalencia del autismo”, refiriéndose a los factores que determinan a quién se diagnostica.

El autismo existe en personas mayores de 50 años

Una segunda prueba citada por Kennedy para respaldar su afirmación de una explosión en las tasas de autismo no relacionada con un mejor reconocimiento o diagnóstico en los EE. UU. fue su falsa afirmación de que el “autismo en toda regla” existe sólo en personas menores de 50 años de edad.

“Esto solo se ve en personas menores de 50 años”, afirmó Kennedy. “Si hubiera un mejor reconocimiento o diagnóstico, se vería en hombres de 70 años. Nunca he visto esto en personas de mi edad. Nunca he visto un caso de autismo en toda regla. Y eso significa autismo profundo. Quiero ser muy cuidadoso. Golpear la cabeza, autoestimulación repetitiva, caminar de puntillas, ser no verbal, no saber ir al baño. Nunca en mi vida he visto a un hombre de 70 años que sea así. Solo se ve en niños”.

Como escribimos cuando Kennedy hizo afirmaciones similares en 2023, eso es “rotundamente falso”, como lo expresó un epidemiólogo psiquiátrico e investigador de servicios de salud. Quienes padecen lo que algunos investigadores llaman autismo profundo (aquellos que tienen una discapacidad intelectual o del lenguaje, o ambas, y requieren la presencia constante de un adulto para su apoyo durante toda su vida) sin duda existen entre los mayores de 50 años.

Según investigadores de los CDC, no existe un sistema para monitorear la prevalencia del autismo en adultos. Sin embargo, en 2017, científicos de la agencia estimaron una prevalencia de autismo de 1 por 45 en adultos, utilizando modelos basados en datos de niños, considerando la menor esperanza de vida de las personas autistas. Estas personas tienen un mayor riesgo de morir por suicidio, accidentes y enfermedades del sistema nervioso como la epilepsia, así como otras afecciones.

Los adultos mayores con autismo profundo podrían haber recibido un diagnóstico diferente o haber vivido en instituciones mentales, donde comúnmente se enviaba a personas con discapacidades psiquiátricas o del desarrollo en generaciones anteriores.

Kennedy engaña sobre la investigación sobre el autismo y las vacunas

Como ya hemos explicado, existe una extensa colección de investigaciones que refutan cualquier vínculo entre las vacunas y el autismo. Sin embargo, Kennedy, quien ha defendido esta idea durante mucho tiempo, afirmó que “la investigación sobre la posible relación entre el autismo y las vacunas ha sido activamente suprimida en el pasado”. Añadió que las madres que creían que sus hijos habían sufrido daños por las vacunas habían sido sicológicamente manipuladas (para creer lo contrario) y que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) estaba “examinando detenidamente” las vacunas como posible causa de la afección.   

Un estudio de 1998 que generó tales inquietudes, al encontrar supuestos vínculos entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola y el autismo, resultó ser fraudulento y fue retractado. A pesar de ello, muchos investigadores han evaluado rigurosamente un posible vínculo entre la vacuna y el autismo. También han estudiado los ingredientes de la vacuna, otras vacunas y la vacunación en conjunto, pero ninguna investigación creíble ha encontrado un vínculo con el autismo.

Para un artículo de 2023, David Mandell, epidemiólogo psiquiátrico, investigador de servicios de salud y director del Centro de Salud Mental de la Universidad de Pensilvania, nos dijo: “Todos y cada uno de los estudios rigurosos que tenemos” muestran que “no hay asociación” entre el autismo y la vacunación.

Los científicos también han descubierto que el autismo comienza a desarrollarse en el útero, lo que hace que las vacunas infantiles sean una causa improbable de la enfermedad.

“Ahora sabemos que los procesos de neurodesarrollo que conducen al autismo comienzan en las primeras etapas del desarrollo fetal, mucho antes de que el niño reciba una vacuna”,  nos comentó anteriormente el Dr. Peter Hotez, profesor y decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine, quien desarrolla vacunas de bajo costo para países en desarrollo y tiene una hija con autismo. Señaló que el autismo tiene un origen principalmente genético.

Afirmación falsa sobre los Amish

Justo después de mencionar el aumento de las tasas de autismo, el presidente sugirió que esto se debía a las vacunas o a los fármacos, diciendo que “sabes que hay algo artificial. Hay algo que están tomando”.

“Y, por cierto, creo que puedo decir que hay ciertos grupos de personas que no se vacunan ni toman pastillas, que no tienen autismo”, continuó Trump, citando a los Amish como personas que “esencialmente no tienen autismo”.

Más tarde, en la conferencia de prensa, el Dr. Marty Makary, Comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), dijo: “La población Amish es un grupo muy mixto, por lo que hay un subconjunto que se vacuna, un subconjunto que no, y sabemos que tienen tasas muy bajas de enfermedades crónicas en general”.

Como ya hemos informado antes, no existen datos sobre la tasa de vacunación de la comunidad Amish en general, pero una investigación que encuestó a padres de comunidades Amish en 2011 y 2017 reveló que entre el 85 % y el 98 % habían vacunado a algunos de sus hijos. Y el autismo sí existe en la comunidad Amish. Un artículo de una conferencia de 2010 estimó una tasa de aproximadamente 1 por cada 271 niños, señalando que la forma en que los cuidadores respondieron a las preguntas y las diferencias genéticas podrían haber afectado a esta estimación, que es inferior a las tasas de la población general.

Offit nos comentó que la diferencia en el diagnóstico “siempre se relaciona con la búsqueda de atención médica. Si no visitas mucho al médico, no te diagnosticarán autismo con frecuencia. Pero cuando vas y buscas, lo encuentras claramente”, dijo sobre las comunidades amish, citando su trabajo en una clínica en la zona rural de Pensilvania.

Vacuna contra la hepatitis B

“La hepatitis B se transmite sexualmente. No hay razón para darle hepatitis B a un bebé que está casi recién nacido”, dijo Trump, refiriéndose a la vacuna. “Así que yo diría que hay que esperar a que el bebé tenga 12 años y esté formado para darle la vacuna contra la hepatitis B”.

El virus de la hepatitis B no se transmite solo por vía sexual. Como ya hemos explicado, los bebés pueden contraer el virus de sus madres (si están infectadas) durante el parto. Si bien es habitual realizar pruebas de detección del virus a las embarazadas, algunas personas no se someten a las pruebas y pueden haber errores en las pruebas. Una dosis de la vacuna al nacer actúa como medida de seguridad para prevenir la infección en todos los niños.

Los niños pequeños también pueden infectarse por medio de cuidadores que quizás no sepan que están infectados al compartir alimentos, cepillos de dientes o paños, ya que cantidades muy pequeñas de sangre pueden propagar el virus.

Trump afirmó dos veces más durante la conferencia de prensa que la vacuna contra la hepatitis B debería administrarse a los 12 años. Cuando un periodista señaló que el virus de la hepatitis B se puede contraer sin contacto sexual y le preguntó si era apropiado compartir su opinión al respecto, Trump rechazó la crítica. “Creo que es absolutamente apropiado”, dijo. “Creo que deberían esperar hasta los 12 años”.

Los expertos dicen que es especialmente importante proteger a los bebés y niños pequeños de la infección, porque cuanto antes en la vida una persona contraiga el virus, más probable será que desarrolle una infección crónica, que puede provocar cirrosis, cáncer de hígado o insuficiencia hepática.

Incluso el comité asesor de vacunas de los CDC, recientemente reestructurado por Kennedy, no consideraba retrasar la vacuna contra la hepatitis B hasta los 12 años. En su reunión del 18 de septiembre, el grupo debatió si recomendar la administración de la primera dosis a partir del mes de edad, como mínimo, para los bebés cuyas madres dan negativo en la prueba. Finalmente, el panel decidió no votar sobre el tema, al menos por ahora.

No hay evidencia de que la dosis al nacer sea dañina. Aunque el comité consideró cambiar el momento de la vacunación, nunca se explicó claramente por qué. Uno de los miembros del comité admitió que la razón era la “confianza”, no la seguridad.

Mercurio y aluminio

En sus comentarios sobre las vacunas, Trump sugirió falsamente que dos ingredientes de las vacunas son problemáticos.

“Ya hemos eliminado, y estamos en proceso de eliminar, el mercurio y el aluminio”, dijo Trump. “Ahora, ya saben qué es el mercurio. Ya saben qué es el aluminio. ¿Quién demonios quiere que le inyecten eso a alguien? Hubo rumores sobre ambos durante mucho tiempo, pero los estamos eliminando”.

Es cierto que quienes se oponen a las vacunas llevan mucho tiempo alegando que el timerosal, un conservante a base de mercurio, y el aluminio, que se utiliza como adyuvante para mejorar la eficacia de algunas vacunas, no son seguros. Sin embargo, estudios, incluidos los que analizan el autismo, no han demostrado que estos ingredientes sean perjudiciales. 

El timerosal contiene etilmercurio, que es sustancialmente diferente y menos tóxico que el metilmercurio, que se acumula en el pescado. El conservante se eliminó de todas las vacunas infantiles en 2001, por extremada precaución, no relacionada con la preocupación por el autismo. La única vacuna que los niños podrían haber recibido en los últimos 24 años con timerosal sería una vacuna contra la gripe estacional administrada en un vial multidosis.

En julio, después de que Kennedy expulsara al panel de vacunas existente del CDC e instalara reemplazos cuidadosamente seleccionados, el comité escuchó una presentación tendenciosa y engañosa sobre el timerosal por parte de un defensor antivacunas de larga data y votó para recomendar que ya no se utilicen las vacunas contra la gripe que contienen timerosal.

El gobierno aún no ha tomado ninguna medida pública sobre el aluminio, aunque Kennedy ha sugerido en ocasiones que podría ser una prioridad. Consultamos a la Casa Blanca y al Departamento de Salud y Servicios Humanos sobre el estado del adyuvante en las vacunas y no recibimos respuesta.

Al igual que con el timerosal, no hay evidencia de que los adyuvantes de aluminio, que se utilizan en una amplia variedad de vacunas, incluidas la de la hepatitis B, el VPH y la difteria, el tétanos y la tos ferina, sean peligrosos. 

Un amplio estudio danés, publicado en julio, por ejemplo, no identificó un mayor riesgo de 50 enfermedades crónicas, incluido el autismo y el asma, con una mayor exposición al aluminio presente en las vacunas. Sin embargo, Kennedy insistió en que el artículo mostraba “pruebas catastróficas de daño”. Los expertos nos dijeron que estaba seleccionando resultados por conveniencia y malinterpretándolos.

Eliminar el aluminio de las vacunas es mucho más difícil que simplemente cambiar de viales multidosis a viales con una dosis, ya que se usa esencial para reforzar la respuesta inmunitaria del organismo al principio activo de la vacuna. De prohibirse, los fabricantes de vacunas tendrían que encontrar adyuvantes alternativos y volver a probar productos que, en algunos casos, se han utilizado de forma segura durante décadas.

Ni el timerosal ni el aluminio estuvieron nunca presentes en la vacuna MMR, que es la vacuna que se relacionó por primera vez, de manera incorrecta y fraudulenta, con el autismo.

“Demasiado líquido”

Trump caracterizó erróneamente en repetidas ocasiones la vacunación infantil, sugiriendo incorrectamente que se administran “80 vacunas diferentes” a un niño a la vez, y exhortando a los padres a espaciar las inyecciones.

“Les inyectan tantas cosas a esos hermosos bebés, es una vergüenza”, dijo Trump. “Creo que es muy malo. Tienen inyecciones que parece que las estuvieran inyectando a un caballo. Tienes a un niño pequeño, un niño pequeño y frágil, y te meten una cuba con 80 vacunas diferentes, supongo. Ochenta mezclas diferentes, y se las inyectan”.

“Sería bueno que en lugar de una sola visita donde inyectan al bebé, lo llenan de cosas, que lo hagan durante un período de cuatro o cinco veces”, continuó.

“Sepárenlo. Porque es demasiado líquido; demasiadas cosas diferentes están yendo adentro de ese bebé en cantidades demasiado grandes”, dijo Trump más tarde. “El tamaño de esta cosa, si lo analizan, es como 80 vacunas diferentes y más vacunas”.

No está del todo claro qué quiere decir Trump con esto, pero ya ha utilizado un lenguaje similar antes para describir la vacunación infantil.

Como el Hospital Infantil de Filadelfia explica, a veces los niños reciben hasta seis vacunas en una sola visita. Sin embargo, el calendario actual de vacunación infantil no exige que los niños reciban 80 vacunas diferentes a la vez. De hecho, muchas vacunas se administran en múltiples dosis a lo largo de meses o años para promover una inmunidad duradera.

La Casa Blanca no respondió a una consulta pidiendo aclaraciones y pidiendo apoyo para los comentarios.

No hay pruebas de que el calendario actual ni las dosis de las vacunas sean peligrosas para los niños, ni de que sea necesario “espaciar” las vacunas. Retrasar la vacunación corre el riesgo de dejar al niño desprotegido.

Offit nos dijo que no tiene sentido intentar “separar” ningún conjunto de vacunas. “No se gana nada. Lo único que se hace es administrarle al niño más vacunas sin ningún beneficio”, dijo. “No lo hace más seguro. Solo lo hace más difícil para el niño y para el médico”.

No es necesario “separar” la vacuna MMR

Trump también sugirió repetidamente que las personas se vacunen por separado contra el sarampión, las paperas y la rubéola en lugar de la vacuna combinada MMR o triple vírica.

“Creo que la MMR debería tomarse por separado. Esto se basa en mi opinión”, dijo. “Las tres deberían tomarse por separado. Y parece que al mezclarlas, podría haber un problema. Así que no hay inconveniente en tomarlas por separado. De hecho, creen que es mejor, así que, que se tomen por separado”.

Si bien Trump reconoció en ocasiones que era sólo su opinión, también hizo la recomendación cinco veces, a veces afirmando incorrectamente que había evidencia que la respaldaba.

“Separen la MMR. Sepárenla”, dijo. “Es prácticamente un hecho que, si la separas, no tendrás problemas. Pero durante años, hemos escuchado lo mala que es la MMR como combinación”.

“Se ha demostrado que es muy seguro cuando se administran en dosis separadas en lugar de mezclarlas”, dijo Trump en otra ocasión.

No hay evidencia de que la vacuna combinada sea menos segura. Además, las vacunas individuales ya no están disponibles, por lo que ningún estadounidense puede seguir el consejo de Trump. 

Offit nos dijo que ese sentimiento parecía provenir de ideas propuestas inicialmente en el estudio fraudulento y ahora retractado de 1998. Escrito por el desacreditado médico británico Dr. Andrew Wakefield, el artículo argumentaba que la vacuna triple vírica podría causar autismo, en parte porque las vacunas se administraban en combinación y eso, de alguna manera, estaba abrumando al sistema inmunitario y dañando el revestimiento del intestino.

“No tenía ninguna prueba de esto”, dijo Offit, pero “esa era su teoría”. Desde entonces, científicos de todo el mundo han investigado las vacunas, incluida la triple vírica, en busca de cualquier vínculo con el autismo, y no han encontrado ningún vínculo creíble.

“Se han realizado 24 estudios independientes en siete países de tres continentes diferentes, con cientos de miles de niños, que han demostrado que no existe mayor riesgo de autismo al recibir la vacuna que al no recibirla”, afirmó Offit. “Por lo tanto, separarla en sus tres componentes no va a disminuir algo que de todos modos no ocurre como consecuencia de la vacuna”.

La vacuna combinada MMR se presentó por primera vez en 1971, tras la introducción de vacunas individuales en la década de 1960. Las pruebas clínicas realizadas en ese momento demostraron que la vacuna combinada “ofrece un método sencillo para inmunizar contra estas tres enfermedades sin afectar la respuesta de anticuerpos ni aumentar significativamente la reacción clínica”.

Offit señaló que Merck, la empresa responsable de cada vacuna, probablemente podría haber ganado más dinero ofreciéndolas por separado a finales de la década de 1990, cuando surgieron las preocupaciones sobre el autismo. “Pero habría sido una irresponsabilidad, porque lo que se está haciendo es insinuar que, al administrarlas por separado, se reduce el riesgo de autismo”, dijo, “cuando en realidad no estarías haciendo eso”.


Traducción de Google Translate editada por Catalina Jaramillo.

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