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SciCheck’s COVID-19/Vaccination Project

El controversial plan de Biden para reforzar la vacuna contra el COVID-19


This article is available in both English and Español

La administración de Biden anunció el mes pasado un plan para comenzar a administrar una tercera dosis de las dos vacunas de ARNm contra el COVID-19 a personas sanas, a mediados de septiembre, para fortalecer la potencialmente debilitada inmunidad contra el coronavirus.

Pero muchos científicos dicen que, dada la evidencia disponible que muestra que las dos dosis de las vacunas todavía proporcionan una protección extraordinaria contra enfermedades graves, aún no está claro que necesiten fortalecerse.

“Lo que esperábamos de esta vacuna es que queríamos que protegiera contra enfermedades graves y el tipo de enfermedad que requiere ir a un hospital o a la Unidad de Cuidados Intensivos (ICU, por sus siglas en inglés). Ese era el objetivo: mantener a las personas fuera del hospital y mantenerlas fuera de la morgue”, nos dijo el Dr. Paul A. Offit, experto en vacunas en el Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP, por sus siglas en inglés). “En este sentido, no hay evidencia de que haya un debilitamiento de la inmunidad”.

De hecho, el 3 de septiembre, a unas semanas después de respaldar el plan, la Dra. Janet Woodcock, comisionada interina de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés), y la Dra. Rochelle Walensky, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), le dijeron a la Casa Blanca que la FDA y los CDC sólo podrían tomar una decisión sobre la vacuna de Pfizer/BioNTech para un subconjunto de personas no inmunodeprimidas en las semanas siguientes. Eso se debe a la falta de datos sobre ambas vacunas en la población en general.

Es más, algunos expertos dicen que es poco probable que las vacunas de refuerzo alteren mucho la trayectoria de la pandemia y que las dosis se emplearían mucho mejor vacunando a personas alrededor del mundo con una o dos dosis.

“Estoy realmente decepcionada. Esta decisión no se justifica en absoluto si miramos los datos”, tuiteó la Dr. Muge Cevik, médico y experta en enfermedades infecciosas en la Universidad de St. Andrews en Escocia, que también se desempeña como asesora contra el COVID-19 para los gobiernos de Escocia y el Reino Unido. “Vamos a utilizar millones de dosis para reducir un pequeño riesgo de enfermedades leves en personas totalmente protegidas y con un riesgo mínimo de hospitalización, mientras la mayor parte del mundo espera por una primera dosis”.

El controversial anuncio, realizado en una conferencia de prensa el 18 de agosto por diversos altos funcionarios de salud pública, propuso ofrecer a los estadounidenses una tercera dosis de “refuerzo” ocho meses después de haber recibido la segunda dosis de las vacunas de Pfizer/BioNTech o de Moderna. Según el plan, esto significaría que aquellos inicialmente priorizados para recibir las dos primeras dosis, principalmente personas mayores y trabajadores de la salud, también recibirían las dosis de fortalecimiento antes que el resto.

Las agencias de salud federales ya habían aprobado la entrega de una tercera dosis de las vacunas de ARNm a personas inmunodeprimidas. El 12 de agosto, la FDA autorizó dosis adicionales para el uso de emergencia en esa población, y el Comité Asesor de Prácticas de Vacunación (ACIP, por sus siglas en inglés) de los CDC y la agencia respaldaron esa idea al día siguiente.

Esas dosis, que están pensadas para tratar de aumentar una respuesta inmune desgastada para llegar a niveles normales, no son controvertidas y generalmente no se las conoce como refuerzos, que es un término que a veces se reserva para una dosis adicional usada para restaurar la inmunidad una vez completada una serie inicial. Algunos científicos han argumentado que en personas sanas, las terceras dosis de COVID-19 tampoco deberían llamarse refuerzos si un ciclo de tres dosis es el régimen estándar.

Las vacunas de ARNm contra el COVID-19 podrían terminar teniendo tres dosis, ya que muchas otras vacunas implican tres dosis. Pero debido a que aún no está completamente establecido, y que tanto las compañías de las vacunas como las agencias federales también están usando el término, por ahora nos referiremos a las terceras dosis para personas sanas como refuerzos.

Si bien los funcionarios de salud dijeron repetidamente que la decisión de reforzar a personas sanas solo se tomaría luego de la revisión por parte de la FDA y el ACIP,  de todas formas se estableció una fecha específica, el 20 de septiembre, para que comenzara la implementación.

El mismo día en que se celebró la conferencia de prensa se emitió una declaración firmada por los principales funcionarios de salud pública, incluida la comisionada interina de la FDA, la Dra. Janet Woodcock, y la directora de los CDC, la Dra. Rochelle Walensky, en la que se explica el plan, que todavía no incluye una segunda dosis para la vacuna de Johnson & Johnson.

“Los datos disponibles dejan muy claro que la protección contra la infección del SARS-CoV-2 comienza a disminuir con el tiempo después de las dosis iniciales de vacunación, y en combinación con el predominio de la variante Delta, estamos comenzando a ver evidencia de una disminución de la protección contra enfermedades leves o moderadas”, dice el comunicado refiriéndose al coronavirus. “Según nuestra última evaluación, la protección actual contra enfermedades graves, hospitalizaciones y la muerte podría disminuir en los meses venideros, especialmente entre aquellos que corren mayores riesgos o fueron vacunados durante las primeras fases del lanzamiento de las vacunas. Por esa razón llegamos a la conclusión de que se necesitará una dosis de refuerzo para maximizar la protección inducida por la vacuna y prolongar su longevidad”.

Offit es crítico con la forma en que el anuncio eludió los procedimientos habituales. “Simplemente se declaró que era algo que íbamos a hacer”, dijo. “No pasó por los comités asesores de la FDA, no pasó por los comités asesores de los CDC”.

Y añadió que fue mal comunicado. “Confunde a la gente. La gente piensa que ya no está protegida y está protegida”, dijo Offit. “Basándome en todos los datos, yo me considero protegido contra las enfermedades graves”.

Otros expertos han dicho que la forma de comunicarlo puede ser problemática, especialmente entre personas que ya desconfían de las vacunas. “Para aquellos que piensan que la vacuna es ineficaz, experimental o no funciona, la idea de que ya es necesario un refuerzo, de que están cambiando la información sobre la vacuna, ciertamente podría llevar a un aumento de la reticencia a no recibirla”, dijo Rachael Piltch-Loeb, investigadora de emergencias en salud pública en la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de Harvard.

Dos empleados de alto rango de la FDA que supervisan la regulación de vacunas han decidido dejar la agencia en otoño, aparentemente debido en parte a discrepancias sobre la decisión de la dosis de refuerzo y la forma en la que fue manejada.

Antes de la noticia el 3 de septiembre de que la FDA y los CDC solo pueden recomendar refuerzos en circunstancias limitadas, ya no estaba claro cómo la administración podría cumplir con su plazo del 20 de septiembre. El 30 de agosto una representante de Pfizer dijo en una reunión regulatoria que la compañía tendría datos sobre la eficacia de su dosis de refuerzo a fines de septiembre o principios de octubre. Pfizer comenzó a enviar datos a la FDA el 16 de agosto e inició su solicitud de aprobación complementaria el 25 de agosto; Moderna comenzó a enviar datos a la agencia sobre su refuerzo de media dosis el 1 de septiembre. Está programado que el comité asesor independiente de la FDA revise la aplicación del refuerzo de Pfizer el 17 de septiembre.

Actualización, 24 de septiembre: Los CDC emitieron recomendaciones para una dosis de refuerzo el 24 de septiembre diciendo que las personas de 65 años de edad o más, los residentes de establecimientos de cuidados a largo plazo y las personas de 50 a 64 años con afecciones subyacentes deberían recibir una dosis de refuerzo de la vacuna de Pfizer/BioNTech al menos seis meses después de haber completado las primeras dos dosis. La agencia dijo que dos otros grupos, las personas entre 18 y 49 años de edad con afecciones subyacentes o las personas entre 18 y 64 con alto riesgo de exposición al COVID-19 debido a sus trabajos o entornos institucionales, “pueden” recibir una dosis de refuerzo en el mismo tiempo “con base en sus riesgos y beneficios particulares”. 

El 22 de septiembre la FDA había enmendado la autorización de uso de emergencia para la vacuna de Pfizer para permitir la dosis de refuerzo para esos grupos. 

Además de considerar los datos de eficacia de la vacuna en condiciones reales, la FDA también revisó datos de Pfizer/BioNTech de un subgrupo de participantes del ensayo clínico original. Según datos de la compañía, la incidencia de COVID-19 entre julio y agosto fue mayor entre los participantes que completaron la serie de vacunación a comienzos del ensayo, en comparación con los participantes que se vacunaron más tarde. “La FDA determinó que la tasa de infecciones de COVID-19 posvacunación reportada durante este período de tiempo se traduce en una modesta disminución en la eficacia de la vacuna entre los vacunados anteriormente”, dijo la agencia.  

El Comité Asesor de Vacunas y Productos Biológicos Relacionados de la FDA había apoyado la enmienda de la autorización de uso de emergencia para esos grupos. El 17 de septiembre, el comité votó en contra de recomendar una dosis de refuerzo de la vacuna de Pfizer/BioNTech para todos los mayores de 16 años de edad. El 23 de septiembre el Comité Asesor sobre Prácticas de Vacunación de los CDC votó a favor de recomendar las dosis de refuerzo para los primeros tres grupos en las recomendaciones de los CDC, pero no para las personas entre 18 y 64 años con riesgo elevado debido a sus trabajos o entornos institucionales. La votación fue de 9-6 contra de esa recomendación. En un comunicado, Walensky, directora de los CDC, dijo “En los CDC, tenemos la tarea de analizar datos complejos, a menudo imperfectos, para hacer recomendaciones concretas que optimicen la salud. En una pandemia, incluso con incertidumbres, debemos tomar medidas que anticipamos harán el bien mayor”. 

Jeringas para vacunas contra el COVID-19 en Alemania, donde se está ofreciendo una dosis de refuerzo a ancianos y personas inmunodeprimidas. Foto de Bernd Weißbrod / picture alliance a través de Getty Images.

Otros países tienen planes de implementar dosis de refuerzo en sus poblaciones o ya han comenzado, en especial Israel, que está experimentando un aumento de la variante delta y fue el primero en promover los refuerzos a personas de 60 años o mayores al menos cinco meses después de la segunda inyección, incluso antes de pasar a individuos de 12 años o mayores el 29 de agosto. Pero gran parte del resto del mundo aún no ha recibido una primera vacuna.

“Estamos planeando dar chalecos salvavidas adicionales a personas que ya tienen chalecos salvavidas, mientras dejamos que otras personas se ahoguen sin un solo chaleco salvavidas”, dijo el Dr. Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias de Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS, por sus siglas en inglés) en una conferencia de prensa el 18 de agosto. “Esa es la realidad”.

La agencia ha pedido una moratoria a las dosis de refuerzo en personas que no están inmunodeprimidas al menos hasta fin de mes, para permitir que se vacune a las personas más vulnerables en todos los países.

Aquí explicaremos lo que dicen los estudios hasta ahora y por qué algunos científicos se muestran escépticos ante la necesidad inmediata de refuerzos, dado el sólido resultado de las vacunas hasta ahora.

El argumento a favor del refuerzo

Al plantear la lógica de su decisión el 18 de agosto, los funcionarios de salud enumeraron varios estudios recientes realizados en los EE. UU. que sugieren una disminución de la efectividad en condiciones reales de las vacunas de Pfizer/BioNTech o de Moderna para prevenir cualquier infección confirmada por un laboratorio.

Un estudio, publicado en el Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad (MMWR, por sus siglas en inglés) de los CDC, identificó una disminución modesta en la efectividad de la vacuna contra cualquier tipo de infección confirmada por laboratorio, ya fuera sintomática o no, del 92% a principios de mayo al 75% a fines de julio, entre adultos que viven en el estado de Nueva York, la gran mayoría de los cuales habían sido inmunizados con vacunas de ARNm.

Otro estudio todavía sin publicar de pacientes en el Sistema de Salud de la Clínica Mayo comparó las dos vacunas de ARNm. Este halló que la vacuna de Pfizer/BioNTech comenzó en enero con una efectividad del 76% contra infecciones confirmadas por una prueba PCR , que cayó al 42% en julio. La caída de Moderna fue menor, del 86% al 76%.

Un estudio del MMWR de una población más vulnerable, los residentes en hogares para ancianos de EE. UU., encontró que la efectividad de las vacunas de ARNm contra las infecciones confirmadas por laboratorio se redujó del 75% en la era anterior a la variante delta, al 53% con delta.

Walensky también presentó datos publicados en el MMWR la semana siguiente que mostraron una disminución en la efectividad de las vacunas contra infecciones confirmadas por un PCR en trabajadores de primera línea, del 91% antes de la variante delta, al 66% cuando predominaba la variante delta. Estos trabajadores fueron examinados semanalmente para detectar el COVID-19 y también se les examinó si tenían síntomas similares al COVID-19.

Estas disminuciones, dijeron los funcionarios, podrían deberse a la reducción de la inmunidad con el tiempo, a la variante delta o a alguna combinación de las dos.

Cabe destacar, sin embargo, que los funcionarios dijeron que no había mucha evidencia de que las vacunas estuvieran funcionando peor en la protección contra enfermedades graves. El estudio de Nueva York, por ejemplo, halló que la protección de la vacuna contra hospitalizaciones se mantuvo en un 90% o más durante cada semana analizada. Y otro informe del MMWR, que se basó en información de hospitales en 18 estados, encontró que las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna mantuvieron una efectividad del 84% al 86% a la hora de prevenir hospitalizaciones durante 24 semanas.

En cambio, el argumento era que la reducción de la eficacia contra la enfermedad y sus formas más leves podría ser un indicador de lo que podría suceder, y que por lo tanto el gobierno quería planificar refuerzos para “mantenerse un paso por delante” del virus.

“A pesar de que estos nuevos datos confirman que la protección de la vacuna sigue siendo alta contra los peores desenlaces del COVID, nos preocupa que el patrón de descenso que estamos viendo continúe en los próximos meses, lo que podría llevar a una reducción de la protección contra enfermedades graves, hospitalizaciones y la muerte”, explicó el Dr. Vivek Murthy, cirujano general de EE. UU.

El Dr. Anthony Fauci, asesor médico en jefe de Biden y director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, también detalló el criterio inmunológico para el uso de los refuerzos señalando que los niveles de anticuerpos disminuyen después de una vacunación; que niveles más elevados de anticuerpos están asociados con una mayor eficacia de la vacuna, lo que podría ser necesario contra la variante delta; y que existe evidencia por parte de ambas compañías de vacunas de que las dosis de refuerzo pueden aumentar considerablemente los niveles de anticuerpos.

Los funcionarios mencionaron datos provenientes de Israel para respaldar su caso, pero no lo cubrieron en detalle hasta una conferencia de prensa el 2 de septiembre. Israel, al 1 de septiembre, había vacunado completamente a casi el 63% de su población y usando la vacuna de Pfizer/BioNTech en casi todos sus ciudadanos.

En la conferencia de prensa del 2 de septiembre, Fauci resaltó el creciente número de casos de COVID-19 entre los vacunados en Israel y revisó dos estudios clínicos no publicados, presentados en servidores de preimpresos (estudios que no han sido publicados por revistas científicas ni revisados por otros científicos), que documentan los efectos de una dosis de refuerzo en ese país.

Un preimpreso, que utilizó información del Ministerio de Salud de personas mayores de 60 años que recibieron o no una tercera dosis, detectó una disminución del riesgo de infecciones confirmadas y enfermedades graves más de 10 veces mayor en quienes recibieron una dosis de refuerzo en comparación a quienes no la recibieron, 12 días o más después de recibirla.

El segundo preimpreso analizó los datos de más de 150.000 personas en un sistema de salud israelí que se sometieron a pruebas de infección por SARS-CoV-2 en las primeras tres semanas de agosto. El estudio halló que de siete a 13 días después de una dosis de refuerzo, las personas tenían entre un 46% y un 68% menos probabilidades de dar positivo en la prueba del virus en comparación con las que no habían recibido un refuerzo; la reducción del riesgo aumentó del 70% al 84% de 14 a 20 días después del refuerzo.

“No hay duda, dados los espectaculares datos del estudio israelí”, dijo Fauci, “que los refuerzos que se están haciendo allí ahora y que se están contemplando aquí, respaldan firmemente la justificación de este enfoque”.

Recientemente, algunos funcionarios han citado también datos internos junto con los de otros países para respaldar su decisión, como cuando se le preguntó a Walensky en una conferencia de prensa el 31 de agosto si todavía confiaba en que los refuerzos estarían disponibles para el 20 de septiembre, dada cierta reticencia sobre el tema entre el comité asesor de los CDC el día anterior.

“El ACIP no revisó los datos internacionales que en realidad nos han llevado a estar aún más preocupados por el aumento del riesgo de que la efectividad de las vacunas disminuya frente a hospitalizaciones, enfermedades graves y la muerte”, dijo. “Ellos también los revisarán, pero son nuestros propios datos, así como los datos internacionales, los que nos han llevado a preocuparnos de que la disminución que estamos viendo en infecciones pronto conducirá a una disminución frente a hospitalizaciones, enfermedades graves y la muerte, por eso es tan importante planificar con anticipación ahora para estar a la vanguardia del virus”.

No está claro qué datos internos podría tener Walensky. Nos comunicamos con la agencia para obtener más detalles, incluido cuándo se harían públicos esos datos, pero no recibimos una respuesta.

La necesidad de aumentar la inmunidad no está clara

Si bien los datos pueden convencer a Fauci, otros científicos no están tan seguros. Según dicen, no solo no se sabe aún qué tan útil será un refuerzo a largo plazo, sino que tampoco está claro que sean necesarios en primer lugar.

Si bien depende del objetivo de la vacunación y en última instancia es una cuestión de criterio, varios expertos nos dijeron que los refuerzos no estarían justificados hasta que las vacunas comenzarán a ser menos efectivas a la hora de prevenir enfermedades graves, lo que aún no ha ocurrido en personas saludables.

“Los mejores datos disponibles que tenemos son que estas vacunas todavía funcionan muy bien contra las variantes actuales y la ola actual”, nos dijo el epidemiólogo de la Universidad de Johns Hopkins, David Dowdy.

Algunas personas han apuntado a datos israelíes que podrían sugerir una disminución de la efectividad de la vacuna contra el COVID-19 grave en personas mayores, pero ningún trabajo publicado o preimpreso demuestra esto de manera convincente, nos dijo el Dr. Aaron Richterman, investigador de enfermedades infecciosas en el Hospital de la Universidad de Pensilvania.

Algunos estudios, dijo, en particular un estudio bien hecho pero sin publicar de la Universidad de Oxford que involucró pruebas de SARS-CoV-2 al azar en hogares, han observado disminuciones modestas en la protección de la vacuna contra infecciones (ver la gráfica 2 del estudio). Pero en su opinión, las infecciones por sí solas no justificarían el despliegue de las dosis de refuerzos.

Un ejemplo visualmente convincente de la efectividad que han conservado las vacunas contra hospitalizaciones proviene de la Red de Vigilancia de Hospitalizaciones Asociadas al COVID-19 de los CDC, o COVID-NET, que rastrea las hospitalizaciones causadas por el COVID-19 en 14 estados.

Una captura de pantalla de los datos de hospitalización de COVID-NET presentados por la directora de los CDC, la Dra. Rochelle Walensky, en una conferencia de prensa el 24 de agosto.

 

En un gráfico que muestra la tasa poblacional de hospitalizaciones acumulativas entre personas vacunadas y no vacunadas de enero a julio, la línea de los vacunados apenas se mueve, mientras que la línea de los no vacunados se dispara hacia arriba. Según un estudio sin publicar que presenta estos datos, las tasas de hospitalizaciones acumulativas en personas no vacunadas fueron 17 veces más altas que entre las personas vacunadas.

“Por lo que he visto, en la actualidad y en el mejor de los casos, la evidencia es débil a la hora de respaldar el uso de refuerzos en todas las personas”, dijo Richterman.

Evidencia inmunológica

Los datos inmunológicos también respaldan la idea de que la efectividad de las vacunas se mantiene estable contra el COVID-19 grave en personas sanas, si bien no tanto contra una infección o una enfermedad más leve.

“Vemos que los anticuerpos disminuyen, pero sabemos que estas vacunas producen muy buenas respuestas de células T y respuestas de células B, que muy probablemente protegen contra las enfermedades graves”, nos dijo E. John Wherry, inmunólogo en la Universidad de Pensilvania que ha estado estudiando la respuesta del sistema inmunitario de personas vacunadas.

Se necesitan altos niveles de los llamados anticuerpos neutralizantes para prevenir las infecciones por completo o lo que se conoce como inmunidad esterilizante. Pero si estos disminuyen, lo cual es normal, todavía hay células inmunes alrededor para proteger contra la enfermedad; específicamente, las células B que producen anticuerpos y las células T que ayudan en ese proceso y también pueden matar células infectadas para limitar el alcance de un virus en un cuerpo. 

Ambos tipos de células necesitan un tiempo para ponerse en marcha cuando una persona se infecta o se vacuna por primera vez, pero con una segunda exposición, las células pueden volver a activarse, proliferar y generar una respuesta inmune con más rapidez que antes, evitando que una persona se enferme gravemente.

“Las enfermedades graves ocurren cuando el virus comienza a replicarse sin control en los pulmones y el sistema inmunitario falla al tratar de controlarlo”, nos dijo Deepta Bhattacharya, inmunólogo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona. “Afortunadamente, los pulmones son mucho más accesibles a los anticuerpos que el tracto respiratorio superior, que es donde entra el virus por primera vez. Además, debido a que el virus llega primero al tracto respiratorio superior, también le da tiempo a las células de memoria B y T a ponerse en marcha antes de que el pulmón se vuelva accesible al virus. Así que, por estas razones, se espera que la protección contra las enfermedades graves se mantenga durante mucho más tiempo que la protección contra todas las infecciones”.

El laboratorio de Wherry y otros han demostrado que estas respuestas de larga duración y las respuestas de células de memoria B y T a la vacunación con ARNm son duraderas, perdurando al menos seis meses y probablemente más.

Algunos estudios sin publicar del laboratorio de Wherry sugieren que el conjunto de células de memoria B que pueden reconocer el virus continúa aumentando con el tiempo después de la vacunación, a diferencia de los anticuerpos, que disminuyen.

Por todo esto, los inmunólogos sospechan que los refuerzos todavía podrían no ser necesarios por un tiempo.

“Podríamos tener protección contra enfermedades graves durante un año, dos años, tres años”, dijo Offit de CHOP, quien de todas maneras agregó que probablemente habrá refuerzos con el tiempo. “Ya veremos”.

También es la razón por la cual Offit no comparte el argumento del gobierno de que la disminución de la inmunidad de la vacuna contra infecciones o enfermedades leves necesariamente presagia una disminución de la eficacia contra enfermedades graves. “Creo que se basa en una premisa falsa”, dijo. 

De manera similar, Bhattacharya dijo que pensaba que pasarían “años” antes de necesitarse un refuerzo para aumentar la protección contra enfermedades graves. Pero si el objetivo es prevenir infecciones, es posible que se necesiten refuerzos anuales para mantener los niveles de anticuerpos altos.

¿Es beneficioso reforzar ahora?

Los expertos con los que hablamos estaban de acuerdo en que administrar una tercera dosis de las vacunas de ARNm ahora podría ser medianamente útil, pero probablemente solo de manera limitada y que no sería tan ventajoso como inmunizar a personas no vacunadas.

“Es casi seguro que un refuerzo aumentaría la concentración de anticuerpos durante un tiempo. Es mucho más difícil predecir cuánto beneficio clínico obtendríamos”, nos dijo Bhattacharya en un correo electrónico. “Dado que la mayoría de las estimaciones sitúan el régimen actual de 2 dosis en una eficacia de más del 80% contra infecciones sintomáticas, no hay mucho margen de mejora”.

“La verdadera pregunta es si las dosis de refuerzo mejoran la memoria”, dijo Dowdy. “Si es así, podrían aumentar la inmunidad durante un período de tiempo más largo. Pero no tenemos evidencia de ello en un sentido u otro. Y tampoco hay evidencia convincente de que la inmunidad de la serie de vacunas inicial haya disminuido hasta el punto de que se necesite un refuerzo”.

Si bien, en apariencia, los estudios israelíes sugieren que los refuerzos podrían tener un gran impacto, hasta ahora esos efectos solo han sido observados durante un corto período de tiempo y sigue sin conocerse cuánto tiempo pueden durar.

“Sería muy sorprendente que una tercera dosis de una vacuna que ya sabemos que es eficaz no redujera en cierta medida el riesgo de infección a corto plazo”, dijo Richterman. Sin embargo, agregó, la dosis extra “probablemente no lo disminuye en el grado que sugieren estos estudios observacionales de Israel debido a las grandes diferencias en los riesgos de exposición y comportamiento entre quienes recibieron el refuerzo y los que no”.

Richterman dudaba en especial del preimpreso sobre los refuerzos que halló una reducción en el riesgo de contraer COVID-19 grave de hasta 10 veces, diciendo que “esencialmente no era interpretable” porque tenía un defecto de diseño conocido como sesgo de tiempo inmortal. Debido a que los desenlaces no se contaron en el grupo reforzado hasta 12 días después de recibir el refuerzo, dijo que ese grupo probablemente tuvo menos seguimiento que el grupo sin el refuerzo, sesgando los resultados a favor de los reforzados. “Se necesita un promedio de 5 días desde el diagnóstico hasta desarrollar una enfermedad grave, a menudo mucho más”, dijo, “por lo que puede imaginarse que el grupo reforzado probablemente, en muchos casos, ni siquiera ha tenido la oportunidad de obtener este desenlace”.

Estará más claro qué efecto tienen los refuerzos una vez que se obtengan los resultados de la fase 3 del ensayo controlado aleatorio de Pfizer/BioNTech, dijo.

Dowdy también advirtió en contra de confiar demasiado en la experiencia israelí. Resaltó que la población del país es aproximadamente la misma que la del estado de Michigan y es poco probable que EE. UU. estableciera una política nacional basada en un solo estado, y dijo, “deberíamos ser igualmente reacios a formular una política nacional basada en datos de un país del tamaño de Israel”.

Otra ventaja potencial de los refuerzos es su impacto en la reducción de la propagación del coronavirus. Pero muchos científicos se muestran escépticos de que los refuerzos puedan hacer mucho para poner fin a la pandemia.

“Dudo de que esto tenga un impacto dramático en la trayectoria de la pandemia”, dijo Bhattacharya. “Sabemos que los vacunados con infecciones pueden contagiar, pero el principal impulsor de la pandemia sigue siendo la propagación desde, y a, los no vacunados”.

“El problema ahora mismo no es que necesitemos dar una dosis de refuerzo a las personas que ya están vacunadas. El problema es que necesitamos vacunar a las personas que no están vacunadas”, dijo Offit. “La vacuna funciona, pero no funciona si no la aplicamos”.

En relación con la vacunación de personas nuevas, la expectativa es que las dosis de refuerzo solo fueran una ayuda gradual para reducir los contagios y mitigar la pandemia, dijo Richterman. “Tenga en cuenta que el 1% del mundo de bajos ingresos ha sido vacunado. Si queremos acabar con la pandemia, ahí es donde debe hacerse el trabajo”, añadió.

Por su parte, la administración Biden dice que puede “hacer ambas cosas”, proporcionar refuerzos a los estadounidenses mientras ayuda a otros países a obtener la primera y la segunda dosis. Sus funcionarios han enfatizado que EE. UU. es el líder mundial en donaciones de vacunas y anunciaron el 2 de septiembre que el gobierno invertirá casi 3.000 millones de dólares para ampliar la fabricación nacional de vacunas. Sin embargo, sus detractores dicen que debería hacerse más.

Más allá de la ética de trabajar hacia la equidad en las vacunas, Dowdy dijo que se podría argumentar que, incluso desde una perspectiva puramente egoísta, EE. UU. debería centrarse en ayudar a administrar la primera y la segunda dosis, en lugar de implementar dosis de refuerzo en su propia población. Eso limitaría la circulación del virus en general y ayudaría a prevenir la aparición de variantes virales más contagiosas o peligrosas.

¿Reforzar o no reforzar?

En última instancia, la decisión de reforzar es “una que tendrá que tomarse frente a una evidencia imperfecta”, dijo Dowdy. El gobierno se encuentra en la difícil situación de tratar de balancear la espera por pruebas suficientes contra el riesgo de un aumento de casos.

“Siento que en este momento los datos son bastante débiles para respaldar cualquier decisión”, dijo. “Pero esa es también la naturaleza de esto. No hay forma de que podamos tomar una decisión con buenas estadísticas sin ver un aumento de casos”.

Varios científicos dijeron que quedan muchas preguntas sobre cuál es la mejor manera de administrar un refuerzo contra el COVID-19, incluido el número, el espacio entre las dosis y si es ventajoso reforzar con una vacuna contra una variante específica o mezclar y combinar con vacunas diferentes.

“Creo que será necesario realizar estudios más complejos para resolverlo”, dijo Wherry sobre la posibilidad de alterar los plazos de las dosis o de usar dosis combinadas. “Y no sé si vamos a llegar al fondo de esto en la situación actual de la pandemia”.

En cuanto a lo que sucederá a continuación con el plan de los refuerzos de la administración de Biden, aprenderemos más en las próximas semanas a medida que la FDA y los CDC hagan recomendaciones y posiblemente publiquen más investigaciones.

Traducido por Elena de la Cruz.

Actualización, 17 de septiembre: El 17 de septiembre los CDC corrigieron y actualizaron el estudio de Nueva York, por lo que actualizamos dos de las estadísticas del estudio acordemente. 

También eliminamos una sección de esta historia que exploraba el hallazgo del estudio original de que la efectividad de la vacuna no disminuía en personas mayores de 65 años de edad, pero si bajaba en personas más jóvenes y en la población en general. El estudio corregido ahora muestra un declive en la efectividad de 10,5 puntos porcentuales, a 80%, para aquellos mayores de 65. Eso es todavía notoriamente menor al declive de 20,2 puntos porcentuales para el grupo entre 18 y 49 años de edad. 

También contactamos al epidemiólogo de Johns Hopkins David Dowdy, quien estaba citado en esa parte de la historia. Dowdy nos dijo lo siguiente sobre la versión corregida del estudio: “Todavía diría que la tendencia en la efectividad de la vacuna durante el tiempo es muy gradual, con las vacunas aún mostrando una efectividad del 75% o más al final del periodo de tiempo”. 

Nuestra historia original también decía que otro estudio de los CDC encontró que la efectividad de las vacunas contra infecciones en hogares para ancianos se redujó a 52% con la variante delta. La cifra correcta es 53%.

Nota del editor: El Proyecto de Vacunación/COVID-19 de SciCheck es posible gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre las decisiones editoriales de FactCheck.org, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación. El objetivo del proyecto es aumentar el acceso a información precisa sobre el COVID-19 y las vacunas, y reducir el impacto de información errónea.