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A Project of The Annenberg Public Policy Center
SciCheck’s COVID-19/Vaccination Project

Video presenta información falsa sobre ‘crímenes de guerra’ y la seguridad de las vacunas contra el COVID-19


This article is available in both English and Español

Compendio SciCheck

Un video asevera sin fundamento que las personas que reciben las vacunas autorizadas contra el COVID-19 participan en un experimento clínico mortífero y que quienes aplican las vacunas son criminales de guerra según el Código de Nuremberg. Es una falacia. Las personas que reciben las vacunas, las cuales han demostrado ser seguras y efectivas, dan su consentimiento antes de ser vacunadas y no están participando en experimento alguno. 


Historia completa

Un popular video de un activista antivacunas y teórico de la conspiración británico da por cierta información falsa sobre vacunas contra el COVID-19 autorizadas por el gobierno, argumentando que son “experimentales” y que el personal encargado de aplicarlas viola el Código de Nuremberg.

Ambas aseveraciones son falsas. Si bien los ensayos clínicos de fase 3 de las vacunas siguen en marcha para recolectar estadísticas adicionales como estaba previsto, eso no significa que las vacunas sean experimentales o que las personas vacunadas sean parte de un experimento.

Ningún elemento del Código de Nuremberg se aplica a la situación actual, porque las personas están siendo vacunadas como parte de su cuidado médico no como parte de una investigación. La gente además autoriza el pinchazo y la información sobre las vacunas es abundante.

El video también sostiene sin fundamento que las vacunas autorizadas contra el COVID-19 son peligrosas y equivalentes a un “genocidio global”, al citar muertes cuya relación con las vacunas no ha sido comprobada.

Las afirmaciones están incluidas en un video de 15 minutos de duración elaborado por el doctor Vernon Coleman, un ex médico general en el Reino Unido que ya no tiene licencia para ejercer la medicina. Coleman tiene un historial de diseminar información médica rebatida y ha argumentado que la pandemia del COVID-19 es un engaño y que el SIDA no existe.

El video ha sido compartido en numerosas páginas de Facebook y aparece en varios sitios web, incluyendo uno manejado por Charlie Ward, un hombre que ha compartido previamente información falsa sobre las vacunas contra el COVID-19.

La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido (MHRA, por sus siglas en inglés) ha autorizado tres vacunas contra el COVID-19 para contrarrestar la pandemia: la vacuna de vector viral de Oxford University y AstraZeneca, la vacuna mRNA de Pfizer/BioNTech y la vacuna mRNA de Moderna. La Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha autorizado el uso de las últimas dos debido a la situación de emergencia.  (Aquí una guía de SciCheck para las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna).

Información falsa sobre experimentos con humanos y crímenes de guerra

En el video, Coleman afirma que la vacuna contra el COVID-19 es “experimental” y sostiene que los ensayos clínicos de las vacunas aún no han terminado “así que todo el que se vacuna participa en un experimento”.

Luego alega que las personas encargadas de aplicar las vacunas son criminales de guerra según el Código de Nuremberg. 

“El Código de Nuremberg sobre experimentos médicos redactado en 1947 … señala que es necesaria una autorización voluntaria y explícita de los pacientes para experimentos con humanos”, dice. “Ello significa que se le debe notificar a los pacientes que están participando en un experimento y se les debe advertir de cualquier efecto adverso posible. Eso es lo que consentimiento informado significa. … Así que desde el punto de vista legal, todas las personas aplicando las vacunas son criminales de guerra”.

“Todos los que administran vacunas contra el COVID-19 sin explicar que … es un experimento y sin enumerar todos los posibles efectos adversos es un criminal de guerra”, continúa. “No es retórica. No es una opinión. Es un hecho”.

Pero no es correcto. Las personas que reciben las vacunas autorizadas no están participando en ensayos clínicos. Y al no tratarse de un experimento, el Código de Nuremberg no tiene relevancia alguna. Nadie corre el riesgo de convertirse en un criminal de guerra.

Holly Fernandez Lynch, una profesora auxiliar de ética médica en la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania, nos dijo que las afirmaciones de Coleman son “ridículas”. 

El Código de Nuremberg, tal como lo hemos explicado previamente, es un código de ética sobre experimentos creado tras el trato horrendo de los nazis a humanos durante el Holocausto. Uno de sus fundamentos es que los individuos participantes en un experimento lo hagan voluntariamente y con información adecuada para tomar la decisión.

Fernandez Lynch confirmó que el Código de Nuremberg solamente se refiere a investigaciones y no a las vacunas contra el COVID-19 que están siendo distribuidas después del periodo de prueba. Pero incluso si tuviera relación, sería ambigua.

“Las personas están autorizando el ser vacunadas”, dijo. Así que incluso si el Código de Nuremberg fuese relevante en estas circunstancias, las vacunas “no son algo impuesto. Y no se está ocultando información. Todo está muy visible”.

En Estados Unidos, la FDA brinda hojas informativas que detallan los resultados de los ensayos clínicos, incluyendo los riesgos y beneficios potenciales, y una descripción de la autorización para el uso de emergencia, la cual es diferente a una autorización plena a pesar de que el organismo exigió evidencia sustancial arrojada en ensayos controlados aleatorios de fase 3. 

Fernandez Lynch admitió, tal como lo hace la FDA, que existe información aún desconocida sobre la vacuna pero subrayó que nadie está siendo obligado a vacunarse y que hay transparencia total.

“Lo ideal es que pudiésemos esperar más para recopilar más información sobre la seguridad de estos productos, pero tenemos que hacer sacrificios por encontrarnos en el medio de una pandemia”, indicó. “Y cada persona tendrá que decidir si acepta esos sacrificios”.

Tal como nuestros colegas de Reuters han informado, las personas en el Reino Unido autorizan ser vacunadas tal como lo establece el Libro Verde (publicación dirigida a profesionales de la salud) de ese país. Las planillas para autorizar las vacunas contra el COVID-19 están disponibles en el sitio web del gobierno.

Coleman fundamenta su mensaje en que los ensayos sobre el COVID-19 aún no han terminado y remite a su audiencia al registro que el gobierno estadounidense maneja sobre las ensayos clínicos de la vacuna Pfizer/BioNTech, el cual señala que el ensayo terminará el 31 de enero del 2023.

Es cierto, pero engañoso. El ensayo no terminará técnicamente hasta después de monitorear a los participantes por dos años, pero los resultados de los ensayos principales ya están disponibles y han demostrado la seguridad y eficacia de la vacuna en miles de personas.

Según la información arrojada en ese ensayo de fase 3, la cual es pública y ha sido revisada por numerosos paneles de expertos, los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido concluyeron que los beneficios sobrepasan los riesgos potenciales y autorizaron la vacuna para el uso de emergencia. Las personas que están siendo vacunadas ahora no participan en ensayo alguno.

Coleman también sugiere que los esfuerzos del gobierno británico para monitorear a las personas vacunadas son sospechosos.

“Ellos promocionan software especial para poder llevarle el paso a la gran cantidad de efectos adversos que estaban esperando, durante dos años”, dijo.

Ese comentario también es engañoso. El gobierno no está esperando efectos secundarios, pero quiere tener la capacidad de detectarlos si ocurren. Es un   procedimiento habitual tras el lanzamiento de una nueva vacuna y Estados Unidos lleva a cabo un trabajo similar.

Como hemos explicado anteriormente, estos sistemas para monitorear la seguridad de las vacunas son importantes porque si bien los ensayos de fase 3 pueden demostrar que no hay riesgos comunes a la seguridad, eventos inusuales pueden observarse cuando la vacuna se ha aplicado a millones de personas.

Información falsa sobre muertes relacionadas a vacunas

Un tema recurrente en el video de Coleman es la noción sin fundamento de que las vacunas disponibles contra el COVID-19 son peligrosas para muchas personas.

“Miles de personas que se han vacunado han muerto o se han enfermado de gravedad”, dice. “Ese es un dato irrefutable. Los adultos mayores en residencias de ancianos están muriendo en grandes cantidades. Nos dicen que es la infección, pero por supuesto que no lo es. Es la maldita vacuna que les están dando”.

Coleman luego afirma que hay una “avalancha horrible de evidencia que demuestra que estas malditas vacunas están matando y mutilando a las personas. Es un genocidio”.

Para supuestamente demostrar que está en lo cierto, Coleman enumera titulares publicados en páginas web de dudosa reputación según los cuales las personas han fallecido, sin mencionar que no se ha demostrado una relación entre las muertes y la vacuna, y que probablemente sean una mera coincidencia.

Por ejemplo, Coleman cita un artículo de Health Impact News, un sitio web conocido por difundir desinformación sobre las vacunas, el cual reza de manera tendenciosa que “181 muertes en EE.UU. durante dos semanas de inyecciones COVID experimentales”. La cifra proviene del Sistema para Reportar Efectos Adversos de las Vacunas (VAERS por sus siglas en inglés), lo cual no indica que la vacuna sea necesariamente responsable, tal como lo hemos explicado anteriormente. Cualquiera puede aportar información al VAERS a través de un cuestionario en línea y el reporte no es verificado.

En otro caso, Coleman lee un titular de otro sitio web con desinformación sobre vacunas sobre un hombre y una mujer en Dakota del Sur que murieron al día siguiente de recibir la vacuna. Pero Coleman no menciona que el departamento estatal de sanidad concluyó que la vacuna no propició las muertes.

No hay evidencia de que las vacunas autorizadas contra el COVID-19 estén enfermando a la población en gran escala. Si bien muchas personas sufren dolores en los brazos o síntomas gripales temporales después de la vacunación, efectos adversos severos son inusuales.

Un análisis de las estadísticas sobre la seguridad de la vacuna en el Reino Unido hasta fines de enero determinó que la “experiencia general sobre la seguridad” con las vacunas Oxford/AstraZeneca y Pfizer/BioNTech contra el COVID-19 “es hasta ahora la esperada en los ensayos clínicos”, porque los beneficios previstos “rebasan con creces cualquier efecto secundario conocido”.

Según el informe, una cantidad pequeña de personas tuvo reacciones alérgicas severas, pero éstas han sido muy inusuales y no han provocado muertes.

En Estados Unidos, las estadísticas sobre la seguridad de la vacuna también son esperanzadoras. El doctor Paul Offit, pediatra y experto en vacunas del Children’s Hospital of Philadelphia,  dijo durante una entrevista el 11 de febrero con la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) que un análisis reciente del Comité Asesor sobre Prácticas de Vacunación de los CDC (ACIP, por sus siglas en inglés) no había revelado indicios de problemas con la seguridad de las dos vacunas autorizadas contra el COVID-19.

Un problema potencial identificado en los ensayos fue que las vacunas podrían causar muy ocasionalmente una parálisis facial usualmente temporal, conocida como Parálisis de Bell. Pero hasta la fecha, dijo Offit, no hay indicios de que la afección sea más probable en las personas vacunadas. Las estadísticas obtenidas en el Reino Unido también arrojan esa conclusión.

Según un reporte que los CDC publicaron en JAMA Insights, los casos de anafilaxia (una reacción alérgica capaz de causar la muerte) tras recibir la vacuna en Estados Unidos son también muy inusuales: 2,5 casos por un millón de dosis de la vacuna Moderna y 4,7 casos por un millón de vacunas Pfizer/BioNTech hasta el 18 de enero.

Funcionarios en Estados Unidos investigan algunos casos de trombocitopenia, una disminución de plaquetas después de la vacunación, incluyendo un caso de muerte. Pero aún se desconoce si ese tipo de reacción puede originarse por una vacuna contra el COVID-19. Aún si lo fuera, sería un evento extremadamente inusual y los expertos señalan que presenta un riesgo menor al de infectarse del coronavirus y padecer dolencias severas de salud.

Actualización, 14 de mayo: Tras investigar 15 casos de un tipo poco frecuente de coágulo de sangre ocurridos entre cerca de 8 millones de vacunas de Johnson & Johnson aplicadas, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) están advirtiendo sobre el aparente aumento de riesgo a la peligrosa afección, la cual ha ocurrido en mujeres y ha resultado en tres muertes al 21 de abril. Los CDC dicen: “Las mujeres menores de 50 años de edad particularmente deben estar al tanto del riesgo poco frecuente pero más alto de sufrir este evento adverso. Existen otras opciones de vacunas contra el COVID-19 disponibles para las que no se ha observado este riesgo.” Al 11 de mayo, se han identificado 28 casos de entre más de 9 millones de vacunas de J&J administradas. Para más información, vea “Preguntas y respuestas sobre los extraños coágulos que causaron la pausa de la vacuna de J&J” 

Es cierto, por supuesto, que algunas personas han muerto tras recibir la vacuna. Pero ello no significa que la vacuna causó las muertes. Cada día, cerca de 8.000 personas en Estados Unidos mueren por diversas causas. Y como lo ha señalado el presidente de la facultad de Medicina de San Francisco de la Universidad de California, el doctor Robert Wachter, si 10 millones de personas son vacunadas, durante los próximos dos meses 4.025 de esas personas podrían sufrir un ataque cardiaco, 3.975 podrían tener un derrame cerebral y 14.000 podrían morir. “Y las vacunas no tendrán nada que ver con ninguno de ellos”, escribió.

“Siempre habrá estas asociaciones temporales, y usted lee sobre ellas en los periódicos”, dijo Offit. “Pero al menos hasta ahora, no se ha verificado que esas asociaciones temporales sean asociaciones causales”.

Es un punto aún más relevante cuando las vacunas se aplican a ancianos que no gozan de buena salud.

“Edad avanzada y enfermedades crónicas subyacentes provocan que efectos adversos simultáneos sean más probables, especialmente debido a las millones de personas vacunadas”, explica la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido en un informe. “Es por lo tanto importante que analicemos cuidadosamente estos reportes para diferenciar efectos secundarios posibles de enfermedades que habrían ocurrido independientemente de la vacunación”.

Otras afirmaciones

Durante el video Coleman presenta otras afirmaciones sin fundamento, incluyendo la noción desmentida hace ya tiempo de que el COVID-19 “no es más peligroso que la influenza anual”. Eso es falso.

Si bien los científicos aún intentan determinar cuán mortífero es el COVID-19, los estudios estiman que entre 0,5% y 1,0% de las personas infectadas con coronavirus morirán — un porcentaje bastante superior a la tasa de mortalidad de 0,1% de la influenza, como hemos reportado

Y el gran número de muertes por COVID-19 sobrepasa por mucho a los fallecidos por influenza. Hasta el 11 de febrero, más de 470.000 estadounidenses habían muerto de COVID-19, según los CDC. Esa cifra supera la cantidad total de muertes por influenza de las últimas 10 temporadas  y es más de 20 veces la cantidad de muertes ocurridas durante la temporada de influenza 2019-2020.

Coleman también cita pronunciamientos de la Organización Mundial de la Salud para distorsionar información sobre la seguridad de las vacunas contra el COVID-19.

“Lo cierto es que incluso la Organización Mundial de la Salud solamente espera que estas vacunas ayuden a reducir la intensidad de los síntomas”, señala. “No prometen que la vacuna evitará que la gente se enferme de COVID-19 y no esperan que la vacuna evite que las personas propaguen la infección si la contraen”.

Nadie puede prometer que una vacuna protegerá a todas las personas de contraer la enfermedad, porque ninguna vacuna es efectiva un 100%. Pero las estadísticas de los ensayos para las vacunas Pfizer/BioNTech y Moderna, por ejemplo, determinaron que las personas vacunadas tenían 94% o 95% menos probabilidades de padecer síntomas de COVID-19 respecto a personas que no habían sido vacunadas.

Es cierto que las vacunas tal vez no previenen la infección del virus SARS-CoV-2, ya que los ensayos clínicos fueron diseñados principalmente para demostrar que las vacunas evitan que las personas se enfermen de COVID-19, la enfermedad causada por el virus. (Mire nuestro video sobre la diferencia entre el virus y la enfermedad).

Pero es incorrecto decir que la OMS no espera que las vacunas tengan efecto alguno sobre la propagación. En páginas web dedicadas a las vacunas de Moderna y Oxford/AstraZeneca, el organismo simplemente señala que no hay suficientes estadísticas o que aún se desconoce si la vacunación evitará la propagación. La OMS también ha presentado más ampliamente esa información durante conferencias de prensa

Muchos científicos esperan que las vacunas contra el COVID-19 eviten que las personas propaguen el virus al menos parcialmente, porque es probable que una persona infectada pero asintomática o con síntomas leves transmita menos virus y por tanto sea menos contagiosa que una persona más enferma y sin vacuna. 

Pero debido a que no se ha demostrado ni se conoce en qué medida la propagación viral puede ser detenida, las autoridades sanitarias han sido claras en que posiblemente las vacunas solamente puedan prevenir la enfermedad.

Traducido por Luis Alonso Lugo.

Nota del editor: El Proyecto de Vacunación/COVID-19 de SciCheck es posible gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre nuestras decisiones editoriales, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación. El objetivo del proyecto es aumentar el acceso a información precisa sobre el COVID-19 y las vacunas, y reducir el impacto de información errónea.